A partir de la huella escrita que trazó Carlos Pais, llegó a Chivilcoy el teatro rodante con la obra “Hay que vivir y dejar vivir” bajo la dirección de Andrea Peluso y Maru Cazenave.
Una puesta en escena asombrosa, como espectador uno no sabe si deriva directamente del texto dramático o si las directoras tomaron el texto como un material más de la obra. Cual fuera el caso la construcción que se generó fue de una teatralidad extrema.
El mensaje no se exterioriza sólo a través del texto dramático sino que también se exterioriza a través de los signos que constituyen la representación. La redundancia es la característica teatral que mantiene relación directa con el aspecto comunicativo del espectáculo, la transmisión del mensaje y su recepción por parte del público. La obra no es sólo una exposición de informaciones o significados, sino que también es un medio de comunicación. Mediante la redundancia se evita la lectura neutral. Existe redundancia en el discurso de los personajes, la escenografía, el vestuario, la gestualidad, la música, la iluminación, en todo aquello que esté sobre el escenario. La redundancia hace legible los signos y su traducción escénica y receptiva.En “Hay que vivir y dejar vivir”, se ve como los sistemas de signos expresados en diversas formas escénicamente generan redundancia permitiendo su lectura.
La escenografía, compuesta por un colectivo de línea ( también se puede considerar a la ciudad como parte del decorado y hasta al publico mismo como objeto concreto de la escenografía ya que todo lo nombrado situaba al espectador espacial y temporalmente.) limitaba el movimiento escénico del actor que fue capaz de expresarse en un lugar demasiado reducido como era el pasillo del colectivo.
Con respecto a la música tuvo una función contextualizadora, se escucharon unos tangos antes de que empiece la representación como si fuese música puesta por el chofer y la iluminación era muy naturalista ya que estaba dada por los ocho fluorescentes del colectivo.
Creo que el foco de atención estaba en el personaje y en el trabajo del actor. Al ser un unipersonal, el actor no tenía ningún objeto más que el mismo para desenvolverse. Toda la apariencia del actor tanto el maquillaje, el vestuario y el peinado acentuaron el sentido de la obra y reforzaron el mensaje
Siguiendo a Barthes, puedo afirmar que el vestuario del actor manifestó el gestus social de la obra. Se le asignó al vestuario un papel puramente funcional, más que plástico o emocional. No tuvo la función de seducir a la mirada sino de convercerla. El vestuario comunicaba ideas, su forma de vida, sus sentimientos y “el vestuario que se inscribe en la piel se vuelve maquillaje”, el maquillaje viste tanto el cuerpo como el alma de quien lo lleva; de ahí su importancia estratégica para el actor.
Hay un ir y venir entre la palabra y el gesto. Sixto tenía un tono de voz alto con un vocabulario muy acotado. La expresión lograda a través de sus palabras y su gestualidad fue estupenda. Cuanto más tiempo transcurrió en escena, mas fácil era descubrir el mensaje que nos quería dejar el personaje.
En resumidas palabras citando a Arthur Miller “El teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma.”
Una puesta en escena asombrosa, como espectador uno no sabe si deriva directamente del texto dramático o si las directoras tomaron el texto como un material más de la obra. Cual fuera el caso la construcción que se generó fue de una teatralidad extrema.
El mensaje no se exterioriza sólo a través del texto dramático sino que también se exterioriza a través de los signos que constituyen la representación. La redundancia es la característica teatral que mantiene relación directa con el aspecto comunicativo del espectáculo, la transmisión del mensaje y su recepción por parte del público. La obra no es sólo una exposición de informaciones o significados, sino que también es un medio de comunicación. Mediante la redundancia se evita la lectura neutral. Existe redundancia en el discurso de los personajes, la escenografía, el vestuario, la gestualidad, la música, la iluminación, en todo aquello que esté sobre el escenario. La redundancia hace legible los signos y su traducción escénica y receptiva.En “Hay que vivir y dejar vivir”, se ve como los sistemas de signos expresados en diversas formas escénicamente generan redundancia permitiendo su lectura.
La escenografía, compuesta por un colectivo de línea ( también se puede considerar a la ciudad como parte del decorado y hasta al publico mismo como objeto concreto de la escenografía ya que todo lo nombrado situaba al espectador espacial y temporalmente.) limitaba el movimiento escénico del actor que fue capaz de expresarse en un lugar demasiado reducido como era el pasillo del colectivo.
Con respecto a la música tuvo una función contextualizadora, se escucharon unos tangos antes de que empiece la representación como si fuese música puesta por el chofer y la iluminación era muy naturalista ya que estaba dada por los ocho fluorescentes del colectivo.
Creo que el foco de atención estaba en el personaje y en el trabajo del actor. Al ser un unipersonal, el actor no tenía ningún objeto más que el mismo para desenvolverse. Toda la apariencia del actor tanto el maquillaje, el vestuario y el peinado acentuaron el sentido de la obra y reforzaron el mensaje
Siguiendo a Barthes, puedo afirmar que el vestuario del actor manifestó el gestus social de la obra. Se le asignó al vestuario un papel puramente funcional, más que plástico o emocional. No tuvo la función de seducir a la mirada sino de convercerla. El vestuario comunicaba ideas, su forma de vida, sus sentimientos y “el vestuario que se inscribe en la piel se vuelve maquillaje”, el maquillaje viste tanto el cuerpo como el alma de quien lo lleva; de ahí su importancia estratégica para el actor.
Hay un ir y venir entre la palabra y el gesto. Sixto tenía un tono de voz alto con un vocabulario muy acotado. La expresión lograda a través de sus palabras y su gestualidad fue estupenda. Cuanto más tiempo transcurrió en escena, mas fácil era descubrir el mensaje que nos quería dejar el personaje.
En resumidas palabras citando a Arthur Miller “El teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma.”
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